sábado, 30 de abril de 2011

La investigación

Muy poco he leído de Stanislaw Lem: Solaris y El hospital de la transfiguración, pero tengo claro que sus novelas no dejan indiferente a nadie. Te pueden gustar más o menos, pero siempre remueven algo en la conciencia. Por eso, cuando leí en alguna parte que Impedimenta reeditaba una novela del genio polaco que trataba sobre zombis, me resultó muy extraño, pero me llamó la atención.
Ahora, una vez leída, esta frase me parece un insulto para la novela, nada más lejos de la realidad.

Gregory, un joven teniente de Scotland Yard, recibe el encargo de investigar una serie de extraños sucesos que tienen intrigada a la policía. De diversos puntos de la zona metropolitana de Londres llegan informes sobre cadáveres aparentemente resucitados que empiezan a levantarse y caminar, a vestirse y recorrer largas distancias antes de desaparecer sin dejar rastro.

Esta sinopsis podría inducir a cualquier posible lector a pensar que, efectivamente, nos encontramos ante un novela relacionada con el género zombi pero, de ahí, a cambiar "el pensar" por "el afirmar" que realmente lo es, media un abismo y, aunque realmente no recuerdo donde leí tan aberrante comentario, me indica que la obra no se había leído y se pretendía aprovechar el tirón de moda.
En definitiva, NO ESTAMOS ANTE UNA NOVELA DE ZOMBIS, y sí ante una novela policíaca en la que la investigación del caso se teñirá de profundos tonos metafísicos y, quedará endulzada para unos y, amargada para otros, al encontrarnos con la incertidumbre de desconocer la verdadera resolución al misterio, pues es aquí donde radica la verdadera fuerza de la novela.
De tal modo que Lem nos sumerge en una ácida reflexión sobre el devenir de la vida, sobre la inmutabilidad de la realidad, sobre el carácter de lo percibido por los sentidos y sobre los paradigmas del método científico junto al deductivo-policial.
Y así, guiados por Gregory, un detective algo torpón, avanzaremos a través de un Londres neblinoso y fantasmal en busca de la resolución lógica a un misterio en el que el doctor Sciss ha encontrado un patrón al relacionarlo con el grado de morbilidad por cáncer en la zona. Esta capacidad deductiva lo llevará a convertirse en el máximo sospechoso por parte de Gregory, que lo someterá, a partir de ese momento, a una continua persecución en aras de poder demostrar su culpabilidad. El superior intelecto por parte del doctor pondrá al detective en jaque y con nuevas hipótesis científicas, alguna bastante fantasiosa, lo hará plantearse no sólo la inexplicabilidad del caso sino también la volubilidad de la existencia y la incertidumbre del destino, haciendo que nosotros, los lectores, nos preguntemos (al menos yo), si los detectives están investigando los hechos de un caso o realmente los están construyendo a través de sus acciones. Tras Gregory y Sciss, actores principales, se encuentra el tercero en discordia, el inspector Sheppard, quien planteará continuas hipótesis resolutivas para después irlas desmontando una a una al desarrollarlas.

Otro aspecto importante de la novela es la atmósfera en la que se desenvuelve la trama y, por llamarlo de alguna manera, el onirismo en que nos sumerge. Nos moveremos por un Londres nebuloso y oscuro donde los vapores saturan las calles y el ruido de los tacones resuena por el adoquinado como si te estuvieran siguiendo. Así mismo, hay un fuerte carácter onírico en la novela, y muchas de las escenas están sacadas de los sueños de los protagonistas de tal modo que entramos en un caótico reino de pesadilla del que no estamos seguros de cuando se ha salido.

Por mi parte he de decir que la novela me ha gustado mucho, pero no todo van a ser parabienes y lo que ha podido ser el punto fuerte de la novela para unos (o sea, para mi), pudiera ser el débil para otros pues, si bien es cierto, que la prosa de Lem es agradable; corriente y dinámica pero precisa, a medida que va avanzando la trama, la historia va perdiendo fuelle y, lo que en un principio era un misterio que enganchaba y nos tenía en vilo, poco a poco se va convirtiendo en una historia en la que las elucubraciones ganan la partida a los hechos y nos sumergimos en una narración algo más enredada donde parece que no se saca nada en claro y se puede acabar pensando que en la segunda mitad de la novela, Lem ha quedado para tomarse unas copitas ( o lo que sea) con P. K. Dick y se han intercambiado ideas y desvaríos.
Cada lector deberá decidir en que grupo se encuadra, si en el de sentirse satisfecho ante las premisas metafísicas de la novela o en el de sentirse decepcionado por la aparente falta de coherencia en la estructura narrativa.

Como dije al principio: Lem no deja indiferente a nadie.

lunes, 25 de abril de 2011

El mundo sumergido

Nunca había leído a Ballard, y no por falta de ganas, sino por desidia, tal vez. Siempre había algún otro libro o autor que se ponía por delante. Fue a raíz de su muerte, el año pasado, cuando se me dispararon las alarmas y decidí que debía leer algo suyo, así que me puse con El mundo sumergido, pero no tengo del todo claro que esta elección como debut haya sido la más acertada.

La intensa elevación de la actividad solar ha hecho que la temperatura se incremente de forma extraordinaria. Como consecuencia, las aguas han crecido y han anegado casi toda la superficie terrestre. Las zonas ecuatoriales y tropicales se han hecho inhabitables y la humanidad ha tenido que recluirse en el norte, cerca del polo.
Lo que antiguamente fue Londres es ahora un conjunto de lagunas mangláricas en las que las iguanas campan a sus anchas y donde el grupo científico encargado de su estudio debe preparar la evacuación al norte, pues se preve un rápido y fuerte aumento de temperatura en los próximos días. Pero algunos científicos y militares se niegan a abandonar la laguna y pretender permanecer en la zona pase lo que pase.

Con estas premisas, mi primera impresión fue la de que la novela prometía y, a pesar de que no se trata de nada nuevo, Ballard crea un giro narrativo completamente original y diferente a lo que pudiera esperarse. Un giro muy interesante en concepto pero que a mí, en particular, no ha conseguido engancharme del todo.
Ballard especula con el cambio producido en la psique del hombre al complicarse las condiciones de vida en la Tierra de tal modo que, al crecer el agua, los manglares colonizarán todos los terrenos y los seres vivos regresarán a la vida en el carbonífero y, por tanto, crecerán en tamaño y se adaptarán al medio de forma diferente al hombre, que, adaptado ya a la civilización, involucionará a épocas pretéritas, adentrándose incluso en el líquido preamniótico que lo llevará a una mente más feral.
Con este trasfondo Ballard consigue crear varias escenas sofocantes que entremezclan el
feralismo de las selvas primigenias, con el deseo del hombre de adentrarse en ellas. Si a esto le sumamos la llegada de ciertos individuos con ansias de expolio, nos encontraremos también con la constatación fáctica del egoísmo del hombre ante cualquier circunstancia y el afán de perverso enriquecimiento que nos domina. Me hace pensar también, a título personal, claro, (aunque sea éste un pensamiento tangencial a la reseña), en la poca evolución del ser humano en materia de supervivencia económica, quiero decir, en como desde el trueque y la invención de las monedas, el ser humano se ha apoyado en ellas para subsistir y en que jamás abandonaremos este camino, a pesar de las circunstancias más adversas la fórmula será siempre la misma y sin dinero se perecerá, mal que me pese esta mentalidad.
Tras este caviloso lapsus he de decir que la prosa de Ballard es elegante y precisa y permite leer la novela de forma ligera, pero siendo necesario también tomarse su tiempo para asimilar la ficción especulativa con vertiente antropológica desplegada por el autor. Quizás sea esto lo que haya hecho que la novela no me haya parecido redonda, la falta de acción directa o más contundente, sino acción pasada por un tamiz de calma y endulzado con los efectos psicóticos de un retroceso a la psique más primaria del hombre.
No es una novela que destaque por sus personajes, (siendo Strangman, el personaje más definido de la novela), sino por las ideas, como he dicho, desplegadas.

En fin, una novela aceptable, que sirve de ejercicio introspectivo y que sin conocer nada más de la obra de Ballard, me arriesgo a decir que no debe ser de lo mejor. No ha conseguido que me apasione, pero me ha llamado la atención lo suficiente como para leer algo más. No sé si será buena elección pero algo más adelante me arriesgaré con Las voces del tiempo, que me está llamando desde la estantería. Veremos a ver que tal esta vez.

domingo, 17 de abril de 2011

El castillo de Eppstein


Tras extraviarse durante una cacería, el Conde Elím descubre, al desencadenarse una tormenta, un castillo que se alza en lo más profundo del bosque alemán. Es la residencia del noble linaje de Eppstein, excelente lugar que aprovechará el conde para guarecerse de la lluvia y pasar la noche. Una noche que no estará exenta de sobresaltos pues recibirá una fantasmagórica visita.
A la mañana siguiente contará su experiencia a sus compañeros de reunión, lo que dará pie a uno de ellos a relatar la historia completa de la maldición de la dinastía Eppstein.

Aunque Alejandro Dumas es conocido principalmente por sus novelas de Los tres mosqueteros fue también un prolífico escritor, en cierto modo camaleónico, pues se atrevió a cultivar con especial desparpajo todos los géneros narrativos y, en la mayoría de los casos, con una maestría y un éxito notables.
La prueba de ello es esta novelita de 200 páginas que podríamos encuadrar en el romanticismo y no creo errar si la etiqueto también como gótico, pues tiene todos los ingredientes del género.
Así, en esta novela pasearemos por los fantasmagóricos bosques del condado de Eppstein y las oscuras cámaras de su castillo dándonos, en ocasiones, de bruces con las ánimas pero respirando principalmente el aroma de esa presencia ultraterrena sin llegar a verla, flotando en todas partes como un ente que no escapa a nuestro pensamiento y perfuma la narración de principio a fin pues, si bien la novela tiene una trama argumental centrada en el descubrimiento del mundo por parte del príncipe Everard, no será sino la figura de su madre, muerta en Nochebuena, la que ocupe nuestros pensamientos de continuo y espíe nuestros gestos a través de las páginas de la obra.
A. Dumas nos guiará con mano magistral a través de una prosa arcaizante y poética al extremo (cómo sólo en su época se podía conseguir) y en los últimos tramos de la novela con una clara concepción teatral, a través de los oscuros pasillos que el destino ha urdido con respecto a la familia Eppstein y, así, asistiremos al enfrentamiento entre Conrado, hijo menor del conde, y su padre, lo que le valdrá el exilio; a la toma de posesión del condado por Maximiliano, un hijo "de apariencia", pues hace lo que debe hacer como noble sin importar el daño que haga ni a quién (incluso sintiendo satisfacción en caso de causarlo); a la pérdida de la inocencia y de amor de Albina, que finalmente fallecerá a manos de Maximiliano en la fecha señalada por la profecía maldita; al nacimiento de Everard y su exclusión de Eppstein; a la adolescencia de éste
y su romance con Rosamunda; a los enfrentamientos de Everard con su padre, y demás situaciones que harán de esta novela una historia con secretos, con doncellas puras e inmorales y maquiavélicos amantes (bueno, uno); con amores apasionados, lealtad ciega y traición desatada; con inocencia y pureza; con espectrales venganzas, y con historia; sí, he dicho historia, pues la novela toma como fondo la época en que el mundo comenzaba a ver nacer a uno de los mayores generales de la historia, Napoleón Bonaparte, y Europa empezaba a acusar su influjo.
Es ésta una novela que pone un especial acento en las relaciones personales. Con unos personajes que encarnan el ideal caballeresco de los tiempos feudales, tan propio del romanticismo y donde el virtuosismo y la entrega altruista están presentes en la pareja de jóvenes que conducen el hilo de la narración, y metaforicamente nos muestra una sociedad que, de tener permanentemente estos valores, sería mucho más placentera, juiciosa, justa y equilibrada.
Encontraremos así mismo, un fuerte contraste entre los valores y acciones encarnados por estos personajes (y prácticamente por todos los personajes que pueblan sus páginas) con los actos éticamente reprobables y carentes de afecto de Maximiliano, cuyo carácter fuerte e irascible acompaña a su tendencia a sentirse El Señor y, por tanto, omnipotente a su antojo. Se observa así un amor casto y puro, profundo y sin brechas entre dos jóvenes unidos por una infancia común y cuya diferencia de formación académica servirá para unirlos más aún en un amor ideal y verdadero. Un amor impregnado siempre del aura que emana del espíritu de Albina y mancillado continuamente por el terror que despide Maximiliano.
Los personajes, por tanto, están muy bien dibujados. Quizás no presenten un gran desarrollo en cuanto a evolución interior, pues se manifiestan tal y como son de principio a fin, y siempre conocemos de antemano cual será su actitud frente a las diferentes situaciones, algo que puede ser un defecto al no tener capacidad para sorprenderte, pero que en este texto se convierte en una virtud, pues son tan vívidos que despiertan con facilidad las emociones hacia ellos.

Pocas pegas puedo poner al libro, que me ha parecido una delicia y lo he leído de un tirón. Me ha enganchado desde el principio con su lenguaje musical, y me he visto forzado a parar de leer en ocasiones, para no bebérmelo de un sólo trago y poder paladearlo tranquilamente . Quizás las últimas cincuenta páginas hayan sido, para mí, las menos satisfactorias, pues me han parecido mucho más teatrales que narrativas, y no me gusta demasiado este giro en la voz, pero no es algo que perturbe el contenido final de la novela.

En definitiva, una bonita historia que hará las delicias de los lectores de Dumas, Walpole, Shelley, Hoffman o Byron, entre otros y que, aunque un poco menos oscurantista, sabrán apreciar los amantes de El castillo de Otranto, El monje, Melmoth el errabundo, y de todo lo romántico y gótico en general.

martes, 5 de abril de 2011

Los reyes heréticos

Tras el espectacular final de El viaje de Hawkwood, el lector ansía sumergirse de nuevo en Normannia; deseoso de explorar los misterios del nuevo continente y de meterse en la piel de alguno de los tres reyes que han acaparado todo el protagonismo de este tramo final. Atención, esta segunda parte no defraudará a nadie y, si cabe, aumentará aún más la tensión y el misterio, pues no sólo las tramas comenzadas en el primer título alcanzarán su clímax, sino que una nueva aparecerá en escena: un hilo que pondrá en peligro el tejido religioso de Normannia.

Murad y Hawkwood han llegado al nuevo continente. Una tierra exuberante y maravillosa, poblada por seres que no esperaban encontrar, y en la que el clima y el propio habitat harán enfermar a la tripulación. Una tierra donde, sobre todo, descubrirán que la m
agia es inherente a todo lo que contiene.
Por otro lado, Abeleyn regresa a Abrusio tras el cónclave de reyes pero descubrirá que la iglesia inceptina y los nobles, ávidos de poder, se han opuesto a él y lo han derrocado antes de tiempo, cerrándole la entrada a puerto. Con la ayuda de las milicias y el populacho, que aún le guardan fidelidad, intentará dar la vuelta a la tortilla.
Mientras, Corfe Cear-Inaf, el único superviviente de la destrucción de Aekir, ha sido ascendido como recompensa por su valerosa defensa del Dique de Ormann, por lo que ha de acudir a Torunn como escolta de Macrobius y recibir órdenes. El rey Mark le encomendará una misión destinada a fracasar, con el peor armamento y reclutas posibles.
Al mismo tiempo, en el seno de la iglesia, en la importante catedral de Charibon, un joven sacerdote llamado Albrec, y su amigo, el inceptino Avila, han descubierto un antiguo manuscrito que, de salir a la luz, podría conmocionar a la iglesia y dar un nuevo sentido a la fe.

Éstos componen los cuatro arcos argumentales principales de la novela, pero no queda ahí la cosa por que , como ya hizo en El viaje de Hawkwood, Kearney no se conforma con un número tan pequeño de escenarios y decide rizar el rizo añadiendo un nuevo número de subtramas que hagan que el lector deba estar siempre pendiente para no perder la comba del entramado global.
Tal vez sea un poco pronto para precisar esto pero, a mi juicio, la escritura de Kearney ha evolucionado hacia una mejora en el desarrollo narrativo de la historia, consiguiendo una novela mucho más fluida y sostenida. Al cambiar la estructura interna logra un mayor equilibrio entre las diversas tramas, alcanzando cotas de tensión bastante parejas entre ellas.
Así, la parte de Hebrion resulta muy interesante y emocionante, la toma del puerto de Abrusio por parte de Abeleyn, mientras tras los muros se cuecen las políticas a favor y en contra del mismo; por su parte, Corfe, ha de enfrentarse al sistema establecido y hacer frente a una misión
fracasada de antemano, pero echará mano de su carisma y pundonor y plantará cara a los acontecimientos adversos con situaciones que pueden resultar un tanto cómicas, pero que denotan un gran coraje por parte del personaje; el caso de Hawkwood sea quizás la parte de una mayor tensión pues la narración es muy descriptiva con respecto al estado de salud, físico y mental, de los componentes de la expedición al adentrarse en la jungla, llegando a producirse momentos de auténtico terror en la ciudad de los indígenas y cerrando la trama con un cliffhanger de manual que nos pone los dientes más largos que los de un cambiaformas; del mismo modo, la nueva trama de Albrec y Avila añade misterio y tensión, así como una vertiente teológico-metafísica muy interesante que nos encamina no sólo hacia la unicidad de dios, sino también del profeta; interesante será también observar las ambiciones del sultán de Ostrabar y como, mientras sus tropas permanecen en letargo hasta que pase el invierno, prepara una nueva campaña de terror para el continente.
En este segunda parte Paul Kearney ha conseguido fusionar el realismo y la fantasía, dando prevalencia al primero: por un lado, al difuminar la magia de al forma que los únicos componentes mágicos perceptibles son algún que otro familiar y alguna invocación, dando toda la predominancia fantástica al nuevo continente inexplorado, dónde la magia adquirirá una nueva dimensión y abre un futuro de incógnitas y misterios; y por el otro, al dotar a la novela de un mayor cariz político, tanto por la situación de los reyes heréticos, como por las ambiciones de la Iglesia en Hebrion y Almark, ante la inminente muerte de su rey, o incluso por la aparición, ya medianamente seria, de los fimbrios, que empiezan a mover su ficha en la partida.
En esta ocasión me ha sorprendido agradablemente, el concepto de género introducido por el autor, al dar protagonismo a cuatro mujeres que, cada una a su modo, poseen una importancia determinante y que abren nuevos arcos argumentales que prometen dar guerra en el futuro. Veremos así, la sumisión que esconde la rebeldía de Hería, la mujer de Corfe; la ambición de Jemilla, sin escrúpulos a la hora de engañar a Abeleyn para asegurar su futuro y el de su hijo nonato; el poder en la sombra de Odelia, Reina Madre de Torunna, que intenta demostrar a su hijo que no está acabada y aún tiene poder; o la seductora magia de Kersik, la indígena del nuevo continente que será capaz de hechizar a Bardolin.
También se observa una evolución en cuanto al desarrollo de los personajes, que adquieren mayor profundidad y dotes de realismo al encontrarse ante situaciones límite, lo que nos hace sentirlos más cercanos.

En mi humilde opinión, si en la primer aparte, el misterio aromatizaba la obra, en esta segunda, cobra una especial relevancia y perfuma por completo la novela, dejándonos momentos inquietantes y muchos interrogantes pendientes de resolver.

En definitiva, de nuevo una muy buena novela, a mi juicio, superior a El viaje de Hawkwood y que, a no ser que se tuerza, va camino de convertir a Las monarquías de dios en una de las sagas de fantasía más originales, brillantes, entretenidas y apasionantes de los últimos tiempos.

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