miércoles, 29 de junio de 2011

Los ojos del hermano eterno

Stefan Zweig es, sin lugar a dudas, uno de mis autores favoritos, de los principales y, como me sucede con algún otro, como por ejemplo Paul Auster, para ser mis más selectos, me prodigo poco en las lecturas de sus textos. Así, desde el inicio del blog, en que reseñé El candelabro enterrado no había vuelto a leer nada de Zweig hasta ahora. Con los ojos del hermano eterno descubro una nueva faceta de Zweig, la del bardo, si puedo llamarlo así ya que no presenta una historia que yo encuadraría en la tradición céltica o europea.

Virata es el más leal guerrero del rey, por eso, al enterarse de que un grupo revolucionario se dirige a la capital para destronarlo, no dudará en acudir en su ayuda. Armado de una fuerza menor y del factor sorpresa at
acará a los rebeldes y, en la oscuridad de la noche, matará a su propio hermano a quién reconocerá al mirarlo a los ojos. A partir de este momento la vida de Virata dará un giro de 360 grados y decidirá no volver a empuñar las armas. El rey en recompensa a su lealtad lo convertirá en la Justicia del reino, cargo con el que se sentirá cómodo hasta que las palabras de un reo lo harán tomar una nueva decisión. Una decisión que volverá a cambiar su vida para siempre.

Si no hubiese sabido de antemano que Zweig era el autor de este cuento, habría pensado, sin dudarlo que se trataba de una leyenda tradicional hindú pues dentro de la fina elegancia y la aparente minuciosidad de su estilo, Zweig consigue metamorfosearlo para convertirse en un magnífico rapsoda.
En Los ojos del hermano eterno, Zweig descarga una fuerte lección moral a través de las experiencias vividas por Virata, el mejor guerrero del reino, pero que acabará olvidado por todos.
Virata comenzará siendo leal a su rey. Un gran guerrero cuya única misión es la de proteger el reino, pero tras una escaramuza contra los rebeldes matará a su hermano y, al mirarlo a los ojos, experimentará una epifanía y comprenderá que tan solo Dios tiene el poder de arrebatar la vida a otro ser humano.
Esta imagen, los ojos del hermano, lo acompañarán como una maldición durante el resto de su vida y los verá en todo aquello que no le parece correcto. DE este modo, abandonará las armas y se dedicará a impartir justicia volviendo a alcanzar gran fama, al igual que lo hiciera en su faceta de soldado, hasta que tras decretar una pena de reclusión para un asesino, éste le reprochar el impartir justicia sin haberlo vivido personalmente, lo que de nuevo, lo pondrá en una situación moral insostenible y lo llevará a abandonar su trabajo para intercambiar el puesto con dicho preso con el fin de, al vivir la pena en sus propias carnes, entender la pena impuesta. La experiencia será traumática y hará que decida abandonar la justicia pues, de nuevo, comprenderá que nadie está por encima de nadie y, tan sólo Dios tiene potestad para juzgar. Por tanto, volverá a su casa para vivir plácidamente, hasta que la visión de sus hijos castigando a un esclavo lo harán tomar partido por el esclavo y, tras recapacitar y comprender que al hacer esto ha juzgado a sus hijos, observa que ha vuelto a cometer el mismo error de siempre, por lo que decide abandonarlo todo y llevar vida de asceta. Pero ni siquiera así encontrará la paz, pues las palabras de una anciana le mostrarán que incluso la inacción entraña lo contrario. Al no tomar parte en una situación, al mantenerse imparcial o al margen, en realidad, ya estás siendo parcial y sutilmente, estás tomando parte de forma indirecta.
De este modo volverá a la corte y al explicar al rey sus pensamientos pondrá a éste en tela de juicio, que se sentirá mortalmente ofendido y acabará ofreciendo a Virata el trabajo de guardián de los perros. Un puesto en el que abandonará cualquier tipo de responsabilidad y donde será al fin feliz, pero como consecuencia será olvidado por todos, incluso por su familia y morirá sin que su nombre sea recordado.

Una novela exquisita, con una pluma deliciosa y al más puro estilo de las leyendas orales. Con un profundo trasfondo moral que no puede hacernos sino recapacitar acerca de nuestra forma de ver lo que nos rodea y que no puede sino hacernos reflexionar sobre nosotros mismos y las relaciones que mantenemos con los demás, como nuestra facilidad de para enjuiciar a los demás, las decisiones que tomamos o, la falta de ellas, influyen en lo que ontológicamente somos y creemos ser, así como pueden llegar a perturbar el utópico devenir de la perfección moral, algo que en estos tiempos convulsos que vivimos encaja a la perfección.

En definitiva, una esplendida novelita, como para mi toda la obra de este autor, que presenta mucha facilidad para sumergirse en ella y que, a pesar de leerse en un suspiro, perdurará en la memoria largo tiempo después.

2 comentarios:

  1. ¡Hola!
    Me gusta tu blog, los libros que lees parecen interesantes. Te sigo.

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  2. Hola Galtza. Muchas gracias. Espero que nos veamos más a menudo.

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