sábado, 18 de agosto de 2012

Wadzek contra la turbina de vapor

 Tras lo bien que me lo pasé con el Sr. Y de Muñoz Rengel, y la ajetreada y cansada vida que llevo de un tiempo a esta parte (aunque por suerte o por desgracia, esté próxima a cambiar), me apetecía mucho leer literatura que me alegrase el ánimo, algo que me hiciera reír.
La edición por parte de Impedimenta de un libro de Doblin, de quien había leído buenísimas críticas por su Berlin Alexandeplatz, y de que en este caso se trataba de un libro de negro humor, me animaron a lanzarme a su lectura. Por desgracia ha resultado un libro más difícil de lo que esperaba, y el humor que destila no ha sido aquel que yo buscaba, por lo que no ha logrado colmar mis expectativas y se me ha hecho algo cuesta arriba, a pesar de que en rasgos generales, sea una novela interesante.

Wadzek y Rommell son dos industriales cuya obsesión es triunfar por encima del otro. Cada uno se empeña en demostrar sus cualidades como empresario y genio industrial a fin de superar al contrario y hundirlo en la miseria. Por eso, cuando Rommell pone en funcionamiento la turbina de vapor, Wadzek no verá en ello más que un complot para menoscabar su inteligencia y, tras una acalorada discusión en que acabará humillándose ante Rommel, obligado por éste a cerrar su fábrica, huirá de la ciudad, acompañado por su familia y su leal ayudante Schneemann, donde urdirán el plan para no ser descubiertos.

Nos encontramos ante una obra difícil de principio a fin, donde la excelente y aguda prosa de Doblin se confunde con la trágica vida de Wadzek y la profunda sátira al sistema capitalista.
Doblin se muestra como un narrador nato, capaz de describirnos de forma armoniosa las flores de un arbusto y a mismo tiempo las calles de Berlín demostrándonos pese al sarcasmo y la oscuridad con que las muestra que es una ciudad que ama. Probablemente un elevado conocimiento de la situación social de la época y del trasfondo que muestra pueda servir para esclarecer su lectura y hacerla mucho más interesante.
El autor imprime en esta novela una crítica feroz a la industrializada sociedad del sistema que nos domina, y mediante personajes "conspiranóicos" nos sumerge en una lucha sin cuartel en el que Wadzek se siente observado y perseguido por todos. Pero es cierto que no logra su objetivo de forma global pues, poco a poco, va perdiendo fuelle, llegando a convertirse en una caótica sucesión de imágenes deslavazadas y, en apariencia, inconexas entre si, en las que la amplia personalidad de los personajes y la sucesión de escenas se muestra cual más estrambótica y, en mi no ha conseguido despertar la hilaridad que ansiaba pese a la absurdez de muchas de las situaciones que nos plantea.

En realidad la novela es una tragedia satírica en la que el personaje de Wadzek acaba siendo lastimoso. Pero es en este punto donde considero que Doblin efectúa su mejor movimiento, pues los personajes son realmente buenos y desde el despiadado Rommel, pasando por el entregado y leal Schneemann o el paranoico Wadzek o su rebelde hija, hasta su despechada esposa, todos ellos poseen múltiples facetas que los hacen realmente originales, hasta un punto que en su histrionismo raya el absurdo, si bien es cierto que parece ser esta la intención de su creador.

La presente novela es una buena muestra del realismo alemán de principios de siglo, con el que Doblin pretende hacernos ver como a industrialización de la sociedad aniquila el lado más racional de las personas convirtiéndolas en máquinas cuyo objetivo es el poder, y como éste cambio de mentalidad arrastra a todos aquellos en derredor.

En general me ha parecido una novela difícil de leer, densa y que exige mucho del lector. No es una mala novela, y tal vez no haya sido el momento para leerla, amén de la decepción que ha supuesto no encontrar lo que buscaba. Desde luego, en estos momentos, no la recomendaría abiertamente.

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