lunes, 27 de junio de 2016

Todo en blanco y negro

Me encanta la literatura japonesa, pero hay tanta y tanta literatura de otros países que también me interesan, que no leo toda la japonesa que me gustaría. Por eso cuando vi en la biblioteca del barrio el pequeño volumen de Takiji Kobayashi, a quien nunca había leído, y observé un poco su biografía por encima, no dudé en cogerlo para conocer el motivo que había asustado tanto a las autoridades japonesas con respecto al autor y al libro en cuestión.

Como vino, en esta ocasión os hablaré de Corucho, un vino de la zona de Cadalso de los vidrios que me regalaron por mi cumpleaños y cuya etiqueta hacía juego con la portada de Kanikosen. Ese fue el único motivo por el que lo elegí para que formase pareja literaria.

Kanikosen es un librito de apenas 150 páginas que nos describe la experiencia de los trabajadores de un pesquero-factoría en alta mar. La pesca buscada en cuestión son los grandes cangrejos del mar de Kamchatka, y el temporal en alta mar obliga a los trabajadores a enfrentarse a circunstancias extremas aunque, sinceramente, no tan extremas como a las que los somete el representante de la empresa para la que trabajan.

Kobayashi escribe realmente bien, sin ambigüedades ni cortapisas. Va directo al grano y dice lo que tiene que decir sin importar la crítica ni a quien vaya dirigida y, visto lo visto, dadas las consecuencias, con una valentía tremenda al enfrentarse al régimen nacional imperante en Japón.
Entiendo que esta narración asustase al régimen, pues intenta crear un pensamiento crítico en la población, ofreciéndoles la oportunidad de ser entes individuales y libres, algo contraproducente para la maquinaria de producción japonesa que trata a los trabajadores como meros eslabones de una cadena en aras de una producción imparable y de unos beneficios económicos para los de siempre, aunque se esconda en la virtud del orgullo nacional.

Kobayashi nos muestra al colectivo pesquero y entiendo que, lo hace extensivo al resto de la población, como un grupo de personas totalmente subyugadas por los valores nacionales y que, con la ayuda de los rusos, comienzan a entender el concepto de proletariado.
Reconozco que me ha defraudado un poco la situación de la novela. Esperaba otra cosa, no sé, la acción revolucionaria de los trabajadores contra la opresión y la acción a nivel literario que se desprendiera de estos hechos; la descarga de adrenalina y de satisfacción personal al lanzar por la borda al opresor. Pero no ha sido así.

No sé que me sorprende más: si el grado de deshumanización a que llega el representante empresarial; el grado de des-implicación o desvinculación por parte del capitán del barco; o la falta de autoestima y el grado de sometimiento al que llegan los trabajadores.
Bueno, si lo sé. Lo primero y lo segundo lo presupongo: uno es capaz de llegar a cualquier cosa por su patria-empresa, su beneficio, sus objetivos personales; el otro, está tan sometido como los demás, pues su contrato está supeditado a la empresa, pero tiene cierto poder de decisión que no ejerce por miedo. 
Realmente lo que más me sorprende es la falta de fuerza del grupo. pese a reconocer los hechos como reales, me cuesta aceptar que se llegue al nivel de sometimiento y esclavitud al que llegan los trabajadores, que sean capaces de aguantar tantas vejaciones.
Es cierto, hay un conato de rebeldía pero que se aborta rápidamente por el capataz.
Hay un momento en que se lo ve realmente asustado pero, ¿y qué? todo se diluye y vuelve a tener la sartén por el mango, una sartén ardiendo que estampa en la cabeza de cualquiera, y ve como lo rodean cientos y, en lugar de abatirlo, todos se agachan.

Me ha dejado frío. Esperaba el levantarse de los trabajadores, pues me parece insufrible lo que soportan. Vale, no es comparable, pero quizás se podría trazar un paralelismo con la situación actual: la mayoría permanecemos amodorrados en nuestro sillón a no ser que lo que está sucediendo nos toque directamente y de lleno. Bueno, y tras la distopía que estamos viviendo tras el fin de semana, cada vez lo tengo más claro, este es un libro ideal para los españoles, cuanto más nos roben mejor. Pues entonces, seguro que también aguantaríamos tanto como los pescadores del Hakku- Maru. Ya dudo de todo.

Me estoy calentando, y empiezo a dejar píldoras de pensamiento que no corresponden a este lugar y con las que mucha gente no estará de acuerdo (me la pela). Mejor voy a parar y me enfrío comentando el vino.
Corucho que, como ya he dicho, se empareja bien con la portada de Kanikosen, es un vino elaborado con cepas viejas de uva garnacha. Es un vino de las bodegas Luis Saavedra, de la D. O. Madrid. En concreto la añada que yo probé es la de 2011 y su precio es de alrededor de unos 7 euros y medio.
En copa podemos observar un color cereza madura con ribete púrpura rojizo y una capa alta y densa.
Tiene una entrada fuerte en boca, con cuerpo y carácter. Se percibe el gusto de la fruta madura (cereza, mora y ciruela negra en compota). Es un vino sedoso y ligeramente glicérico con taninos maduros pero elegantes.
Deja un regusto amargo, como a endibia o achicoria, al final. Es un vino que mejora más y más con cada copa.
No tengo claro si me gusta del todo, aunque me parece un vino complejo y muy interesante.
Os recomiendo que lo probéis aunque imagino que no será del gusto de todos.

Bueno, recordando el vino ya me he relajado, volvamos al libro.
Es cierto que hay que tener en cuenta el momento en que fue escrito. Japón era una potencia orgullosa y herida, y el comunismo comenzaba su andadura triunfante en la Unión Soviética. Entiendo que los ánimos del pueblo llano estaban exacerbados y los rusos constituían los maestros perfectos para un cambio de rumbo en la ideología del país pero, está claro, que la ideología de las masas no era, es, ni será, la de los altos estamentos.

En esta novela se capta sobre todo este aroma. La flama nacional invade el barco dogmatizando a los trabajadores en aras de una responsabilidad y orgullo patrio, mientras que estos aguantan y aguantan. La mecha se enciende pero se corta antes de llegar al explosivo.
Duro y veraz, lo sé, pero me cuesta comprender este sufrimiento (en un pueblo en teoría libre, se entiende). Por eso no me ha gustado el libro tanto como esperaba. Quizás con el tiempo,  madurándolo en mi mente...

Al menos si conseguí el objetivo que me propuse: conocer el motivo de la inquina hacia el autor. Lo entiendo perfectamente. Kobayashi suponía un peligro claro para el establishment. Su novela fue un éxito que no pudo disfrutar mucho: "presuntamente" la policía japonesa lo torturó y asesinó dos años después en 1933.
El motivo de su muerte es más que evidente e injusto y contra toda libertad de expresión, opinión y crítica. Lo hemos visto a lo largo de la historia e incluso, recientemente ¿no?


Para concluir decir que ambos son buenos: libro y vino, pero ninguno me ha convencido del todo.

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