martes, 5 de febrero de 2013

El Águila y la Lambda


Escogí la lectura de esta novela guiado por mi instinto, pues no conocía al autor, pero al oír hablar de su anterior novela, Okela, el tema que trataba me llamó la atención. En El águila y la lambda el autor trataba de uno de los temas más trillados en la literatura histórica, las guerras púnicas, pero con la particularidad de contar lo menos tratado de entre lo más contado: la 1ª guerra púnica. En concreto, la guerra librada entre dos grandes generales relegados a segundas filas: Marco Atilio Regulo por la parte Romana, y el mercenario espartano Jantipo, en el otro lado del cuadrilátero, por la parte cartaginesa.

Esto ya pintaba sumamente interesante. Si, además, lo unimos a una editorial como Pàmies, con una colección histórica envidiable por lo original y por que la mayoría de sus autores son hispanos...blanco y en botella.

Como ya he dicho, El águila y la lambda trata de la 1ª guerra púnica. Los romanos, tras ganar en Agrigento y reconquistar Sicilia a los cartagineses, vieron una posibilidad de extender su dominio en África. Para ello, Roma envía a sus legiones a pleno dominio cartaginés, a las órdenes de los cónsules Marco Atilio Regulo y Lucio Manlio Vulso Longo.
Tras la derrota sufrida por los cartagineses en Ecnomo (derrota el el mar, terreno de dominio incondicional de los cartagineses) y tras la posterior derrota en Adis, Cartago se ve obligada a contratar a un mercenario de Esparta, el general Jantipo.
Jantipo tendrá un mes para adiestrar a las tropas de Cartago, un tiempo que parece irrisorio para derrotar a las huestes de Roma.
Me ha gustado, no puedo decir que no.
El estilo de Pedro Santamaría resulta muy fluido, no exento de elegancia, pero sin la petulancia típica de barroquismos historicistas en cuanto a vocabulario se refiere, lo que hace que la narración discurra suave, sin apenas parones y de forma ágil y atractiva.
Es de agradecer que la gran labor de documentación que se puede apreciar que ha sido necesaria para crear la novela (pese a que el autor confiese que lo escribió de un tirón) sea también compartida con los lectores, bien en forma de explicaciones o de diagramas gráficos.
En cuanto al background histórico, no se aleja de lo afirmado en la mayoría de datos "reales". De tal modo que se muestra a Roma como la gran máquina que arrolla todo a su paso, compuesta por un grupo de hombres dispuestos a dar sus vidas por el honor y el orgullo patrio; y a Cartago como a una gran potencia llena de rencillas y corrupción interna en la que los sufetes y los grandes comandantes miran principalmente por ellos. Cabe destacar la figura de Hannon el grande quien, para variar, se muestra como un ególatra, avaricioso, verdadero enemigo de la esencia de su país. Del mismo modo se empieza a hacer notar la figura de Amílcar Barca, como un joven e inexperto general que empieza a hacer sus pinitos pero en quien se comienza a observar la garra que tendrá en un futuro, en parte fundamentada en la flema proporcionada por Jantipo.
A este respecto cabe hablar de los personajes. Santamaría ofrece un reducido elenco de personajes, lo que hace que pueda centrar toda la atención del lector en ellos, al tiempo que como escritor puede proporcionar un recorrido más exhaustivo a los mismos. En ningún caso resultan arquetípicos e incluso en personajes más ficticios y que tendrían mucho menos peso histórico de haber existido, como Verrucoso, Bíbulo o Arishat dispensan unas sensaciones y una cercanía asequiblemente veraces y que permanecen en el recuerdo.
En este sentido me parece muy acertada la dualidad de los grandes generales que nos ofrece Santamaría. Me explico: los dos grandes generales, Regulo y Jantipo son "seres de otro mundo", enemigos leales y orgullosos con una única meta en su vida, el triunfo en la batalla. Sus personalidades quedan humanizadas por Bíbulo y por Arishat. De este modo, la fiereza de los primeros se suaviza y complementa con las emociones y sentimientos de los segundos consiguiendo que, al final, la vida de unos no pueda coexistir enteramente sin los otros, en una especie de lazo de Moebius.
Con respecto a la bella cortesana he de decir que Santamaría logra hacerla de carne y hueso. En más de una ocasión me ha hecho sudar imaginándola, tan bella, exuberante y seductora resulta. ¡Eh, no me malinterpreteis!
En cuanto a la licencia de escritor con respecto a la vena histórica, excepto la utilización del águila en el escudo romano (símbolo que no se acuñaría hasta mucho más tarde, de acuerdo con la reforma de Mario y que el propio autor explica), son muy pocas las libertades que se permite salvo las necesarias para convertir la historia en novelada, pero en ningún caso restan veracidad al conjunto histórico.

En definitiva, una novela sencilla, llena de pasión, lealtad, honor e historia, que animo a leer. Una lectura obligada si te gusta esta época de la historia.

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